Llevaba en el alma, dos pasiones sustanciales: su familia y el basquet.-
Las dos conformaban en su vida, una manera de andar y una forma de ser muy especial.-
Pero por sobre todo, alardeaba de una vocación cumplida totalmente y con creces: hacer amigos, atributo fundamental en la naturaleza de esos dos elementos.-
Aquellos años de las décadas del 70 y el 80, que pasaron como el humo deprimente de la nostalgia y los recuerdos, vuelven a rejuvenecernos, cuando lo centramos en aquel San Vicente ganador, al que le aportaba con sus 1,92, rebotes en los dos tableros, potencia y garra.-
El "chuza" era un grandote con el corazón de niño, serio, reposado, positivo, un canto a la cordialidad, que trabajó a pleno en todos los estamentos de "su San Vicente" para un basquetbol mejor y a favor de conformar esa mística incondicional y jerarquizada de la popular entidad.-
Lo trágico es un sentimiento que no admite eufemismos, por eso aquel sábado 31 de octubre, la noticia de su desaparición hizo vibrar el dolor a toda la comunidad basquetbolística, que comenzarán a curar sus lágrimas con los mejores recuerdos.-
INFO: JUAN CARLOS LICARI
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